viernes, 2 de marzo de 2012

¿Llegará la primavera con más indignación?

“Moderado, tímido y políticamente indiferente” esas fueron las características que definían muy parcialmente  a un muchacho de 18 años que no imaginó el alcance de su concienciada expedición hacia las protestas que emprendería más tarde contra un estado y sistema de desigualdades.  Un individuo cuyo nombre hoy es sinónimo o, al menos concepto cercano, a la Paz.
Muchos, la mayoría, llegamos a la post adolescencia y a los primeros tramos de la adultez manteniéndonos indiferentes, ineficientes y apáticos respecto a la política. Pero llega un momento, como se analiza en el estudio de las ciencias políticas, que surge nuestro interés por acercarnos ella. Y puede ser por varias razones pero las que más nos avocan a ello son las que hacen que nos indignemos.
Gandhi, el hombre “moderado, tímido y políticamente indiferente” del que hablo, no encendió la llama de su lucha hasta chocarse con el fino cristal que separa la realidad de nuestro ensueño.
Siempre pienso que para aquellos y aquellas que sudaron, lloraron y sufrieron por defender los cambios en los que creían, sobre todo los más contundentes en nuestra historia, lo habían tenido relativamente fácil. En el sentido de poder coger el toro por los cuernos (que conste que odio la tauromaquia), mirar a la bestia a los ojos y discernir cuál es el mal, el objetivo de lucha. Aquellos grandes humanistas, altruistas, filósofos de una realidad alternativa que hoy tomamos como referentes, en realidad empezaron con algo muy pequeñito. Quizá  empezaron por que todos los habitantes de su pueblo pudieran tener al menos, un cuenco de arroz al día y, a lo mejor, continuaron con la consolidación de unos derechos civiles básicos para los suyos. Me parece fácil porque hoy yo busco la cara de esa bestia y  no la encuentro. Sé que lo duro viene después, cuando hay que enfrentarla…pero ¿dónde está?
No siento que me aceche pero sin embargo, siento la mirada como un ojo que todo lo ve y lo subyuga a su poder, valga la referencia a un Sauron de Tolkien o a 1984 de George Orwell. ¿Dónde estás? ¿Te llamas Capitalismo? ¿Te llamas Violencia? ¿Te llamas Miedo? ¿sigues siendo el Hambre? ¿o eres Consumismo?
Sólo tengo una respuesta: eres yo. Eres nosotros, los humanos, con todo eso que nos hacemos mutuamente cada día. Eres lo contrario al equilibrio que nos negamos por miedo, el cual es la causa que origina la violencia y ésta es la que a su vez alimenta el miedo y construye un sistema en el que unos consumimos más de lo que necesitamos y otros, sí, se mueren literalmente de hambre.
Y sumándole a este sentimiento de persecución de lo que nos hace malvivir sobreviviendo, se le suma un sentimiento de complejo al dar por hecho que nunca seremos como esos grandes hombres y mujeres de los que hablan los libros. Y como tal mentira nos la hemos creído, seguimos cabizbajos temiendo que nos tachen de utópicos  o radicales a cada paso que damos.
Fuera como fuere, las palabras todos esos grandes iconos, de las luchas pacifistas y las revoluciones más explosivas, llegaron lejos porque  hasta hoy nos han servido como ejemplo para despertarnos y saber que podemos pedir y exigir cambios por lo que es injusto, desigual y violento contra nosotros.


No me sale de natural divinizar ni  guías espirituales como a Jesús de Nazaret, Buda o Mahoma y creerlos inalcancables; ni a pacifistas como M. Luther King, Teresa de Calcuta, Gandhi y tantos otros que se quedaron en el tintero de quien escribió la historia. Y ni mucho menos quiero permitir sentirme inferior ante escritores tan sublimes como Tolstoi, Hesse, Wolf, Emerson o Platón que tanto aportaron a favor del hombre y la mujer. ¿Y por qué? Porque a cada persona le llega su momento,  y a cada uno de nosotros nos corresponde una lucha y un papel que desempeñar. Y aunque nos sirvan todos maravillosos seres como fuente de inspiración, cada uno tiene su camino por delante y un ritmo a seguir que nadie nos puede arrebatar. 

Debemos dejar que las personas despierten en su  momento, haciéndolo de verdad, porque de poco sirven las ideologías y los dogmas más que para acumular adeptos en masa con una evidente desnivelación de conciencia. Sería diferente y revolucionario entonces trabajar cada uno su pequeña idiosincrasia y laborar también nuestros pasos, sintiendo (y cuidado que no digo pensando) que hacemos lo correcto en cada momento. Y si constatar la ausencia de “lo correcto” o lo justo nos provoca irritación, será un primer paso para el cambio.
La primavera empieza a florecer. Hace justo un año, miles de personas empezamos a caminar juntas y no importaba tanto el porqué como el rumbo que tomamos. Ningún partido, ninguna organización con nombre y declaración nos aplegaba. Simplemente superamos la timidez, la moderación y la indiferencia y dimos paso a la indignación.


Patricia



No es casualidad la palabra con la que los denominan...

“Los indignados”…decimos como si a nadie más le tocara estar allí, mirando por encima del hombro a un colectivo que es contramasa; que tiene cara y ojos. Con tantas caras y ojos como personas se hallan.

"Indignados" (piensan)... inadaptados, inconformistas limitados, ilusos y  vagos. Como   embrutecidos por ideales rojos, de corta vista y de talla utópica.

Nos miran indignados de que estemos indignados. Pero hay algo honorable en la indignación. Se indigna quien tiene dignidad. Y la dignidad es una virtud de quién se hace valer. Y Valores es lo que hemos mendigado, y ahora cosechado, para hacer frente a este nuevo proceso.

Me indigno de mí misma, lo primero. Me indigno de todo lo indignable, lo segundo.

 Indígnate, porque será el primer paso para respetarte a ti mismo.  Y luego, Indígnate, pues, conmigo... para hacer un poco más de fuerza, amigo.



Indignarse: Como primer paso, qué gran primer paso.Lo pienso y sonrío.



Patricia Porteros

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