miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sueños que son clases magistrales

Sueño I: El chamán de mi pequeña ciudad

“Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar
Antonio Machado

Procuro comprender que el tiempo es para vivirlo y no para entregarme a sus grilletes. También hago el ejercicio diario de apreciar los pequeños detalles que tejen la cotidianidad y de los que, dicen, irradia la felicidad.
 Analizo mis preocupaciones, traduzco mis problemas, y sí, hay veces que mi mente descansa y vuelvo a comprender que en realidad no existen, que todo marcha como debe ser a pesar del caos que aparenta ser la vida y de las emociones que florecen como consecuencia, precisamente, de vivirla.
Aún así, todos sabemos lo difícil que es permanecer en esa perspectiva siempre. Y de vez en cuando, no está mal pedir una pequeña ayuda cuando todo se nos desmorona.


-Me estoy perdiendo algo…- pensé cuando llegué a casa-…siento un poco de tristeza, un poco de melancolía y estoy enfadada con una parte de mí o del mundo en general y esa ofuscación se mezcla con muchísimos matices emocionales más que no sabría ni cómo nombrarlos. Tengo tantas cosas que hacer y ¡no sé por dónde empezar! Ni si quiera sé si quiero empezar.

Evidentemente, me estaba pre-ocupando de mil cosas innecesariamente. Bloqueada y rendida me tumbé en la cama no queriendo saber más del mundo. Si hubiera podido ver el color de mi energía, me habría inundado de gris. No quería pensar más. Cerré los ojos.


Creo que serían unos 10 o 15 minutos lo que pasó de tiempo entre mi estado de ensoñación y el sueño profundo. Y soñé algo precioso:

Me encontraba en un pequeño parque que reconocí enseguida. Era como un cuadro tridimensional, con sus personajes y sus acciones y yo, la conciencia que presenciaba todo.
Veía justo en frente de mí unos columpios. En el derecho, una niña juguetona se columpiaba con vehemencia sin querer parar, ni ceder el columpio a nadie más. En el izquierdo, un niño callado y algo más sereno se balanceaba cabizbajo y pensativo creando un movimiento casi imperceptible.

En uno de los bancos anclados en la pequeña plazoleta del parque estaba sentada una anciana de piel morena y muy arrugada. Su cabello era oscuro y canoso y lo llevaba recogido en dos trenzas. Vestía un poncho de colores terráceos y o levantaba la vista de su devota tarea: tejía con delicadeza una especie de tapiz.
Mi conciencia lo observaba todo pero también era la niña, el niño, el espacio en sí y yo misma personificada en cuanto tomé la decisión de acercarme un poco más a aquellos niños. Me senté cercana a ellos a esperar algo en concreto.

Entonces un hombre muy mayor entró en escena. Como la mujer, también tenía una larga cabellera de pelo blanco recogido en dos trenzas. Una imagen de chamán nativo norteamericano. Empezó a hablar. En ese momento no recuerdo qué explicaba pero sí sentía que lo que decía era importante para mí. El sonido de un lloriqueo me molestaba para escucharle. Era la niña. Estaba asustada y lloraba y sus balbuceos me impedían reconocer las palabras exactas de aquel hombre.
Entonces le mandé que se calmara, la cogí y me senté con ella en el columpio.

-Shhh…calla. Tranquilízate. ¿No ves que debes escuchar? ¿No te das cuenta de que no estás prestando atención?

Después de eso se calmó y las dos empezamos a escuchar. El pequeño que estaba a nuestro lado permanecía en un silencio pacífico, expectante. Mientras, el chamán continuaba explicando.

-Si queréis pasar el tiempo estáticos, hablad del Pasado. Pero si realmente queréis moveros y cambiar, no intentéis hablar del presente. Pues en el intento, os perdéis vivir lo que os ofrece…

Es una lástima que del sueño no recuerda más palabras, pero la esencia se me quedó grabada emocionalmente en mi conciencia.
Aquella escena se acabó diluyendo por la imagen de un teléfono blanco. Yo lo cogía y una voz femenina me habló sobre un ser querido mío por el que siempre estoy preocupada por alguna razón u otra. Trató de tranquilizarme diciéndome que todo iba a estar bien, que tenía que “dejarle hacer y no intervenir”.

Se volvió a diluir todo y fui despertando.

Supuse que había descansado lo justo y necesario porque me sentía fortalecida. Enseguida noté la ausencia de las preocupaciones y los nervios que me habían desesperado unas horas antes. Y en unos minutos empecé a recordar y reconstruir el sueño. Era la primera vez que consideré la importancia de ese estado, de alguna manera supe que necesitaba conservar la información.
Después de apuntar lo básico para mantener frescas las imágenes y las sensaciones del sueño, intuí algunas interpretaciones:

-El espacio: Aquel parque recreado oníricamente en mi sueño representaba un lugar especial en mi infancia. Era un lugar seguro donde yo había volcado mucha felicidad y buenos recuerdos.
-Yo: Observaba con una especie de omnipresencia todo lo que acontecía. Yo lo era todo pero también era mi persona interactuando con los demás seres y  aquellos niños presentes en la escena.
-El niño silencioso: la parte más inmutable de mí. Mi paz interior. Mi estado completo de serenidad y comprensión. Observador, callado y atento.
-Evidentemente la niña representaba todos mis miedos. Era yo misma que inquietada y encaprichada pedía a voz de grito la atención del mundo entero para sosegar y mitigar unos temores de los que desconocía su origen. Poseída por ese miedo no podía escuchar nada. Entonces yo, sabiendo que así debía actuar, la cogía para calmarla sabiendo, desde mi perspectiva, que no tenía nada que temer.
-El mensaje de Chamán era el mensaje de un maestro.
-La anciana, quizá mi parte más sabia, la que seguía creando y trabajando un camino representado por ese tapiz. Una tarea que ejercería a muy largo plazo.

Para mí fue evidente el sentido del sueño. Si bien elaboré todas esas interpretaciones un tiempo después, no me hizo falta saber la significación de aquel mensaje al momento de despertarme. Había llorado, me había quejado y sentido perdida sin saber a dónde ir ni qué hacer; posteriormente me había apaciguado y en ese estado de calma y aceptación, había comprendido lo que necesitaba para seguir trabajando. Era algo verdaderamente simple: ir haciendo, ir tejiendo  poco a poco sin esperar un final, más bien, disfrutando de la elaboración. Porque después de unos cuanto  hilos de lana entrelazados se puede ver la forma, la textura y los colores de nuestro hermoso tapiz.


Y como la vida se puede explicar con canciones:





lunes, 24 de octubre de 2011

Escuela de Paz. Evenu, Shalom, Elehem



Una revolución que la enseñanza necesita



Durante nuestra etapa escolar, si abarcamos des del jardín de infancia hasta la secundaria e incluso la enseñanza no obligatoria, habremos realizado alrededor de unas 15.300 horas de estudio de diversas materias, eso, sin contar con las horas de trabajo  individual extraescolares. Aprendemos contenidos teóricos y prácticos que deberán servirnos para llevar nuestra vida diaria, con mayor o menor diligencia, en la realidad factual en la que estamos envueltos. Nos enseñan “lo dura que es la vida” y el mundo de las diferencias. Reflexionamos sobre las injusticias y nos manifestamos en contra de la guerra pero, sin embargo,  nunca trabajamos lo suficiente el valor de querer cambiar las cosas que no nos gustan.

De vez en cuando sí teníamos la suerte de hallar a algún tutor o tutora con esencia de revolucionario que nos hablase de la posibilidad de otras realidades, del inconformismo, de seguir sueños, etc. Alguien que nos  despertaba esa inquietud que habita, desde siempre, en nosotros. (Pero no me malinterpretéis, no culpo a nadie ni a ninguna institución en general.)

Tampoco veo con ojos llorosos ni melancólicos los días que estamos viviendo. Me quedan muy lejos los supuestos buenos tiempos de los que nos hablan los mayores y no atiendo a las quejas de los que, muy pagados de sí mismos, nos miran paternalistas calificándonos de generación no comprometida y pasiva. Estoy convencidísima de que todo lo que acontece en la Tierra se está dando porque así debe ser, porque de ello algo debemos aprender. Y todas las personas, de cualquier generación, tienen un papel que interpretar en esta película.



No obstante, se nos dice desde bien pequeños: “sois el futuro”, “de vosotros depende que cambien las cosas”, “lleváis el peso de la evolución humana…”¿Pero dónde están esas asignaturas en las que juntos podamos aprender o descubrir cómo desmontar lo establecido, ir a la base de lo que está mal y arrancar cuidadosamente esas malas hierbas substituyéndolas por algo cuyo fruto sea la verdadera clave para el bienestar social común? Y la respuesta es que no están. Por eso no es suficiente. Necesitamos una educación específica para desarrollar una clase de habilidades pacifistas,  para potenciar nuestra inteligencia emocional y sobre todo, para reforzar nuestra conciencia y mantener activos nuestros “sueños de cambio”. Podrá sonar todo a utopía pero nadie podrá decir que algo así no puede funcionar porque nunca se ha llevado a cabo.

De las miles de historias que he estudiado, Prehistoria, Hª antigua, Hª del mundo contemporáneo, Hª de mi país, Hª de la comunicación, Hª de la filosofía, Hª del Arte, etc., de todas ellas,  retengo pocas cosas, escasas fechas y no muchos nombres. Y aún esforzándome por memorizar su contenido, mi mente no privilegia tener presente un pasado tan ajeno a mí. Qué se le va hacer. Mi destino nunca fue convertirme en una base de datos andante. Pero fue bueno ver que me sirvió para obtener algunas conclusiones sobre los cambios. Por ejemplo:


Frecuentemente hemos modificado el curso de la historia mediante la “iluminación” de un grupo personas concretas: Profetas, filósofos, científicos, artistas que revolucionaron el sistema de pensamiento de turno para cada caso agrietando verdades establecidas y provocando mil ramificaciones de creencias diversas como un efecto dómino.  Y de ahí que del mensaje de estas personas  se desprendiera como una especie de onda expansiva llegando a miles y miles de personas más que reclamarían ese cambio de pensamiento, de forma  vida, de estratificación social, de lo que fuera.  Pero no eran más que luces en un camino donde el resto de hombres y mujeres habían perdido temporalmente su candil.  A partir de sus voces se dieron cambios que requerían años de discusión, aceptación y asimilación: Del mito de la creación a la teoría de la evolución de Darwin o de la abolición de la esclavitud a la Declaración Universal de los Derechos Humanos; así hasta llegar a nuestros días en los que,  a pesar de haber dado millones de pasos hacia delante, seguimos notando que falta algo.

Paz en mi cultura

El hambre, los conflictos bélicos, la explotación Norte a Sur, la acumulación de recursos en menos de un tercio del planeta, el terrorismo... Es de estudiar el hecho de que esa falta de cultura de resolución de conflictos, empezando con los propios de cada individuo y acabando con los que hay entre estados, es lo que no nos permite avanzar. Es el Gran Bloqueo.
Muchos se preguntan: ¿qué más se puede hacer?

 El próximo paso hacia la evolución tiene poco que ver con nuevas tecnologías, avances científicos o recuperación económica; y sin embargo, tiene todo que ver con el trabajo de cada uno de nosotros, ser por ser que habita esta Tierra. Es la labor de llevar ese estado de paz que solemos atribuir a la NO GUERRA (error sustancial) hacia nuestro interior, el corazón. Paz es trabajar el perdón y el amor junto a la eliminación del dolor, los resentimientos, el odio; y no sólo es la ausencia de conflicto. Hay una habilidad requerida y es sentir que uno mismo puede resolver sus propios conflictos porque sabe, intuye cómo hacerlo. Esta es la asignatura pendiente y ahora no es nada fácil.

Memorizamos las fechas de los primeros asentamientos, las primeras civilizaciones, las primeras batallas; la sucesión de reyes, emperadores, jefes de estado; los procesos políticos, etc. Estudiamos mil guerras, sus causas y consecuencias. Nos enseñaron a muchos una religión, un sistema meritocrático de fe para no perdernos en el camino, un sistema moral y un modelo de ciudadanía para ser ejemplares.



Elevamos a pacifistas como Ghandi y Martin Luther King (y tantos otros anónimos) a categorías inalcanzables de seres humanos para justificar que nuestros intentos son insignificantes en vez de estudiarlos como ejes de una historia de la Paz necesaria, mucho o más que tantos otros objetos de estudio.
Se nos ha llenado la boca con esta palabra pero ¿por qué la cultura de Paz no se instaura en las escuelas y no tan sólo se queda relegada a un conjunto de manifiestos elaborados por la ONU hace ya más de 10 años?

Estamos perdidos y creemos no saber dónde está el camino de vuelta. Queríamos encontrar la paz ahí fuera, poniendo fin a contiendas lejanas, pero lo cierto es que está en casa. Está esperando a que abramos la puerta y resolvamos nuestras propias guerras.

Banda Sonora de Lost. There’s no place like home.


viernes, 22 de julio de 2011

Concepción sensual de la vida


"La voz del tambor era la de la Tierra, el latido de la vida en el vientre materno ...el compás marcaba el constante ritmo de la vida, la luna, el ciclo...Y aunque el tambor dejara de sonar, los ritmos naturales continuaban". Luna Roja, Miranda Gray

Salsa que se toma, salsa que se baila


Desde que vivo donde vivo hay ciertas rutas callejeras que realizo con determinada frecuencia para llegar a casa. Afortunadamente vivo en un barrio que en los últimos años se ha repoblado de cientos de  personas procedentes de todos los continentes de la tierra. Un panorama nada nuevo para los que vivimos en el siglo XXI, pues los flujos migratorios aún deben aumentar mucho más así que más vale que TODOS nos vayamos acostumbrando a ello.
El caso es que muchas veces, subiendo por Fabra i Puig para volver a casa, me desvío hacia una pequeña plaza, Las Dominicas, y atravieso una callejuela donde hay: una escuela de música, un locutorio, un bar dominicano y una peluquería afroamericana.

Hace ya más de una década que vivo en esta parte de la ciudad así que me puedo hacer una idea de cómo han  cambiado las cosas por aquí. Ayer  recordaba el cambio de dueños del Bar La Columna y de cómo me extrañó ese cambio. Antes, un bar convencional, con los asiduos de turno y el menú básico imprescindible para un bar español. Decorado con  paredes blancas algo oscurecidas entre mugre de frituras y el humo del tabaco y con una barra de imitación al mármol negro en conjunto las cuatro mesas y las respectivas sillas que había en el local. Pasó de ser eso a… ufff, joder, ¿paredes pintadas de verde lima? Qué dolor de cabeza, pensé entonces. Cada vez que pasaba por delante de la puerta me llegaba un aroma a pollo frito remezclado con pintura que tardó bastante en marchitarse. Ahora sólo huele  a pollo frito. 

Otra cosa curiosa es que los que empezaron a frecuentar ese bar, ahora de aura latina, compartían sus tertulias del día más dentro que fuera. Es decir, que sacaban sillitas y a la calle a parlamentar a la fresca. Un hecho que muchos detestan por diversos motivos, ahora no tan relevantes como para discutirlo. Pero sí es cierto que para muchas de esas personas, acostumbradas a hacer mucha vida en la calle,  esta forma de hacer vida social después de la jornada de trabajo supone algo bastante importante para su rutina.

“ Y ese pregón que canta un hermano, que de su tierra vive lejano y que el recuerdo le hace llorar”…Bien, Gloria Estefan canta de fondo mientras un par de parejas bailan en el poco espacio que les da el pequeño local. Muy pegados, muy sueltos. No sé si llevan un ritmo fantástico o el mismo ritmo les lleva a ellos como un don otorgado por haber nacido en su tierra. Acabo admirando su soltura y la forma en que liberalizan su cuerpo.
Me reprendo ahora a mí misma por mis críticas contra ciertos tipos de música; mi rechazo sin juicio y mis reprobaciones a comportamientos y estilos de vida que he repudiado sin dar la oportunidad de conocerlos realmente. Y es que no entendía o no sabía apreciar esa forma sencilla y primaria de disfrutar. Me sorprendo queriendo bailar y mover todos los músculos de mi cuerpo con ganas de ocupar todo el espacio vital que me pertoca y más; y no avergonzándome de la forma de mi cuerpo, de mi pelo,  de mis instintos, de mis orígenes. Hay un tambor, un latido vital que bombea el flujo de nuestra energía que entra en sintonía con las vibraciones naturales que hay en esta tierra. Por mucho que lo intentemos apaciguar, no deja golpear fuerte. ¿Lo oyes? Si suena amortiguado es porque lo tienes tapado…Haz algo para cambiarlo.

En otras culturas se le hace más caso a esa voz interna. La danza, como una forma de atender a esa energía contenida que se condensa en nosotros, es una práctica imprescindible en la vida de las personas.

Para bailar hay que dejarse llevar. Típico, si, pero se empieza por ahí, eliminando la preocupación (precisamente) de llevar bien el ritmo. Primero encuentra el tuyo, luego ya nos preocuparemos por el externo. Estira, extiende, destensa tus músculos en todas tus extremidades. Limitarse a unos pasos es limitar la expresión de tu cuerpo, como si cantaras dejando impidiendo el paso del aire que vibra entre los dientes o como si pintaras siempre en una plantilla con un solo color. Cierra los ojos y olvídate de dónde estás, la música y tu ritmo interno se encargarán de eliminar el tiempo y el espacio. 

Personalmente creo que la mayor parte de la música es bailable pero hay géneros con los que conectamos más según el estado emocional en el que estemos o nuestras propias vibraciones de siempre. 

Cuando bailamos hay partes de nuestro cuerpo que QUIEREN moverse por su cuenta independientemente de las demás. Es decir, nos piden movimientos distintos según el seguimiento rítmico que hacen de una canción. Quizá nuestro abdomen sólo se contraiga con la percusión y nuestros brazos se balanceen y se retuerzan en el aire dibujando la melodía del instrumento principal mientras que nuestras piernas quisieran marcar círculos en el suelo. Pero no importa tanto la realización de todos nuestros movimientos intuidos como la intención de llevarlos a cabo porque eso es dejarse llevar para sentir que estamos en armonía con lo que nos rodea. 

Miranda Gray explica que bailando se puede hacer desaparecer las restricciones del intelecto y despertar la conciencia del mundo interior. Pensad en cuantas dimensiones confieren en la transformación de nuestras energías: la creatividad, la sexualidad, la espiritualidad, etc. Todas ellas necesitan una forma de expresión y nuestro cuerpo físico,  acostumbrado al movimiento desde que  nos mecen en la cuna en la más temprana infancia, necesita movimiento. 



Patricia Djembé

jueves, 26 de mayo de 2011

"Si yo fuera un chico..."


En el Taoísmo todo efecto de causa tenía una reacción igual y opuesta, en ese sentido las energías responsables fueron denominadas como: Yin (la fuerza pasiva: negativa y nutriente) y Yang (la fuerza activa: positiva y consumidora).
 El caballero Yang (hombre) y la dama Yin (mujer) fueron los nombres utilizados en el Taoísmo para los amantes. El equilibrio de fuerzas entre ambos se creía que era precario por lo que la forma de corregir este desequilibrio de fuerzas o energías era que el hombre tomara algo de la fuerza Yin de la mujer y que la mujer tomara así mismo algo de la energía Yang del hombre."
 
(Explicación del Museo de la Erótica de Barcelona...
para detalles algo más sexuales ir a la página web )


 ¿Qué pasaría? ¿Qué sucedería si nos conociéramos mejor?

Como diría Punset ¿"no es fantástico"? ¿No es fantástico poder comprender ahora que no hay sexo superior sino complementariedad? Y  hablo de comprensión verdadera, porque hasta hace muy poco sólo éramos capaces de percibir un atisbo del auténtico poder de la mujer o de saber que éste no es más que la fuerza o energía inversa que emite el hombre.
De ahí ls diferencias, tan bonitas desde este punto de vista...

Eso no significa que una mujer pueda contener características de la energía masculina y al revés...De ahí que aprendamos los unos de los otros y que acentuemos y apreciemos mejor lo que nos une o nos complementa.

Pero con frecuencia se malinterpreta este intercambio. Tenemos la tendencia de creer que alguien debe estar por encima del otro para conseguir algo, aun que  sea la independencia de la mujer reprimida por tantos siglos.

Me apena saber que para conseguir el respeto, el prestigio o escalar al puesto que deseamos debamos adoptar actitudes de los hombres. Actitudes y aptitudes que son negativas, primero porque no corresponden a nuestra naturaleza y segundo porque la lucha sigue estando en el mismo punto. Como explicaba Soleika Llobet*, es como el pobre que lucha por una vida mejor pero sólo se contenta con tener  los privilegios del rico. ¿Por qué privarnos de la intuición, la empatía, la sensibilidad y otras tantas cualidades que considero tenemos las mujeres? U otras, da lo mismo, ponedles el nombre que queráis, pero no neguéis que hay algo en esencia que nos hace distintos.
Todas esas virtudes se han echado por tierra y han sido consideradas como signos de debilidad o torpezas que nos obstaculizan a  la hora de conseguir nuestros propósitos.
¿Entereza? ¿Fortaleza?    Tú pon a parir un hijo a un hombre, a ver si es capaz de aguantarlo.
No lo es, porque no tiene matriz, la parte que crea y cobija la vida y tampoco tendría la fuerza (no física) de soportarlo. Resulta algo cachondo pero es así, es nuestra fuente de creatividad. Pero ellos tienen el elemento que lo hace posible: la semilla (he aquí el cachondeo máximo).

Así como a nosotras nos cuesta algo más emplearnos a una sola empresa, proyectar todas las energías en algo con el empuje de la iniciativa, la practicidad, etc. La energía masculina tiene más por el mango de la sartén estas cualidades.

Pero, hago hincapié en esto: la energía femenina y masculina no son dualidades que estén estrictamente separadas en el hombre y la mujer. Se mezclan, se unen. Y dependiendo de la experiencia de esa unión, el equilibrio crearía una energía más fuerte porque contendría las características de ambas.


"El YinYang es un símbolo dinámico. Muestra la continua interacción de dos energías y su equilibrio: como tal, es un símbolo de armonía. Es un símbolo que crea igualdad pues sin el Yin no podría existir el Yang y al revés, igual, y sin la interacción de ambos, no se genera vida. No existe nada opuesto entre el Yin y el Yang. Son complementarios.
Lao-tzu en “Tao-te ching” escribió: “Todo tiene dentro de sí ambos, yin y yang y de su ascenso y descenso alternados nace la nueva vida.

 Cuando una de las dos energías llega a su máxima expresión, inicia la transformación en su opuesto: esto es lo que representan los dos puntos en el símbolo. En su máxima expresión, el yang contiene la semilla del yin, tanto como el yin contiene la semilla del yang.
Yin, originariamente, era el nombre del lado frío de la montaña, aquel que mira al Norte; al contrario, Yang era el nombre de aquel más cálido, dirigido al Sur.
 Yin es el lado oscuro, la noche y lo femenino; Yang el lado masculino."Extraído de El mundo de Aik.