miércoles, 10 de noviembre de 2010

Emociones y resoluciones



Sobre huracanes y brisas

La leyenda

Al principio, surgió la Tierra, pero estaba sola y lloró durante mucho tiempo. Sus lágrimas lo cubrieron todo y de ahí nació el Agua. Era demasiada, así que se enfureció y se encendió el fuego. Y cuando todo ardía por su cólera, se avergonzó. Entristecida respiró profundamente y empezó a soplar con fuerza. De su interior nació el Viento, el elemento que lo equilibró todo.
La tierra hizo brotar vida: bosques, montañas, desiertos...
El agua se repartió en ríos, lagos, mares, océanos y glaciares.
El fuego se mantuvo distante, sólo siendo necesario en determinados momentos. Aguardó en el corazón de los volcanes.
Y el viento decidió crear dos fuerzas especiales: brisas y huracanes.
El viento era la prueba de que la Tierra respiraba; las brisas transmitían sus mensajes con amor y delicadeza y los huracanes desataban su furia.
Pero nunca un sentimiento tan destructivo como la furia debía tener lugar en el corazón de la Tierra, porque su naturaleza es amar la vida y no destruirla.
Los huracanes decidieron actuar con independencia. Cualquier pequeño atisbo de cólera servía para que una esencia del viento se convirtiera en huracán, se hiciera más y más grande y arrasara con todo.
El huracán arrastraba cualquier cosa a su paso y atravesaba  cielo y  tierra con su gigantesca espiral letal. Se alimentaba de todos los elementos: del calor del fuego para establecer su motor, del agua para crear furibundas tormentas y de la tierra para llevar consigo todo lo que se le antojara.
Acababa incluso con todas las pequeñas brisas que intentaban enviarle mensajes de calma y paz. En cuanto el viento se percataba de la furia desatada, avisaba a todas las pequeñas brisas que viajaban por la tierra para hacerle frente. La Tierra ofrecía sus glaciares para que el Viento frío hiciera desvanecer el ojo del Huracán.
Cada huracán derrotado se convertía en muchas nuevas brisas templadas que continuaban ejerciendo su misión con las formas de vida del mundo.

Las personas que alimentan su rabia, la convierten en odio y arrebato por la vida o aquellas que lo quieren conseguir todo por la fuerza, arrasando con todo lo que hay a su paso, son como huracanes que lo destruyen todo y no generan nada. Inevitablemente, las pequeñas brisas que aparecen en su camino son derribadas con facilidad si no se unen para contenerle. Las personas que son brisas tienen mucho que transmitirse unas a otras y, de generación en generación van aprendiendo cómo deshacer  nuevos huracanes.
Pero el destino de un huracán no es el de ser destruido totalmente sino el de renacer como nueva brisa.


2 de octubre de 1998, Barcelona en Otoño. Viento: NO a 8 km/h

Alicia se ha vuelto a levantar llorando. Ha tenido una de sus pesadillas sobre el colegio y es que no soporta la idea de volver a pisarlo. Antes de que su padre le empezara a llamar gritando, ha permanecido en su cama encogida como un ovillo de lana y abrazada a su almohada.

Después, cuando por fin ha encontrado un motivo para vivir el día que le espera, ha empezado a vestirse.

Se ha tenido que poner la misma ropa de ayer. No tiene ropa limpia porque su padre hace días que no le suelta ni una moneda para poder ir a la lavandería. Se lava a mano la ropa interior; y los pantalones y las camisetas, como tardan más en secar ahora que hace más frío, espera a poder meterlos en una lavadora.

Se mira en el espejo del cuarto de baño durante 5 minutos. Se contempla en silencio, haciendo un gran esfuerzo para no odiarse así misma. Intenta hundir su mirada en sus ojos oscuros, se da cuenta de las enormes ojeras que lleva, pero no puede hacer otra cosa. Hace años que no duerme en paz. 

No le gusta su tez blanca, casi transparente y llena de marcas. Tampoco le gustan sus orejas, demasiado grandes. Sin embargo, sí le gusta su boca, con sus labios tensos como si siempre tuvieran una mueca de dolor y angustia. Considera que refleja perfectamente sus emociones, siendo siempre las mismas. Todo lo demás, es pasable, piensa ella.

Mientras desenreda los nudos furiosos de su pelo, Karl, su padre, le pide chillando que vaya ahora mismo a la cocina. Los gritos van en aumento, pero ella los oye como si estuviera muy lejos. Le da la sensación de estar sumergida en el fondo del mar. Incluso puede imaginarse el agua alrededor y la sensación de ahogamiento.
Ahí, totalmente paralizada frente al espejo, sintiendo que no puede hacer nada para salvarse, se sigue hundiendo...

- ¿Pero qué coño estás haciendo? Joder, tira corriendo para el colegio. ¡YA!


Karl es un hombre bruto, con una insensibilidad casi patológica, pero hasta ahora no le ha puesto la mano encima a Alicia. Simplemente, tiene un odio acérrimo por la vida y transmite tanto esa emoción que arrasa con cualquier ápice de felicidad o algo semejante que haya a su alrededor.

Es egoísta con la vida, porque está profundamente convencido de que la vida ha sido injusta con él. Aún conserva un empleo y mantiene el alquiler de su piso porque no quiere perder lo que le queda de orgullo y dignidad. Cree que lo único que debe hacer es mantener a su hija hasta que ella cumpla la mayoría de edad.


Se sienta en el sofá de su salón, furioso y asqueado mientras observa cómo Alicia recoge sus libros apresuradamente para ir al colegio.

- La puta niña...

Hasta que no oye el portazo de su salida, no se atreve a levantarse para coger su botella de Vodka que guarda celosamente detrás de la televisión. A pesar de todo, él cree que es un hombre de principios, así que ha decidido que sólo  beberá cuando su hija no esté delante.


Allí, en la cama del centro de menores, vuelve a hacerse un ovillo anhelando desaparecer, sin un sólo atisbo de conciencia para no ser ni estar en este mundo.

4 de diciembre de 1998, Barcelona en Otoño. Viento: NO a 14 km/h

Después de permanecer en silencio durante dos meses, Alicia contesta a las preguntas del psiquiatra. Ya puede comer tres veces al día y ha empezado a recibir visitas de un joven voluntario del Instituto Pi i Margall, Pol.
Le acompaña a pasear y le lee fragmentos de sus libros favoritos. A decir verdad, son todos sobre historias épicas, con seres mitológicos y finales apoteósicos. Pero él siempre encuentra parte de realidad en ellos.
Pol es un chico básicamente locuaz y despistado. De pelo rizado oscuro y piel muy muy blanca. La mayoría de las veces lleva los cristales redondos de sus gafas muy sucios, motivo por el cual fuerza innecesariamente la vista y hace muecas muy extrañas que a Alicia le hacen sonreír por dentro.
Ella aún no está preparada, pero a veces tiene ganas de hablar con él de verdad.



27 de diciembre de 1998, Barcelona en Invierno. Viento: NO a 10 km/h 

-Me gusta el frío y me encanta llevar muchas capas de ropa que me hagan parecer una cebolla. Y si a las bajas temperaturas le sumas los días grisáceos, lluvias, tormentas, truenos y relámpagos, más que mejor. No sabría explicar por qué exactamente…Quizá porque me da la sensación de que cada vez que el tiempo es tormentoso la Naturaleza quiere dar señales de que ella es la que lo dirige todo, de que por mucho que queramos controlar sus recursos, ella es la única ley y se basa en cada latido que la Tierra da por sí misma.
Aún apreciando y disfrutando de los días de lluvia, he de reconocer mi necesidad innata de luz. Sobretodo aquí, en la ciudad…tantos cielos blanquinegros invitan demasiado a resguardarnos en nosotros mismos, a experimentar cierta tristeza por nada en concreto y por cada cosa que sentimos en general. Por eso la tierra emana la dosis justa de días lluviosos y fríos. ¿Sabes? Y cuando sale el Sol…parece el momento perfecto: nos damos cuenta en seguida (los más privilegiados) de la perfección. Cuando tenemos demasiado de algo, nos cansamos y pedimos algo diferente. Casi siempre se nos concede, pero hay que estar muy atento para verlo…

Pol habla sin parar y ella se limita a escuchar mientras contempla por la ventana. El conjunto de sus palabras con los maravillosos rayos que el Sol le brinda le hacen sentir bien durante esas horas.

-… en realidad todo tiene tanto sentido…- Continua explicando Pol. divagando más para sí mismo que para Alicia. Como está acostumbrado a no recibir respuesta  y no tiene la certeza de que ella le escuche no se limita nada en verbalizar sus cavilaciones. Sin duda, en la facultad de Filosofía se convertirá en un estudiante apuesto y dispuesto para batallar en los debates más controvertidos. 

Horas más tarde, cuando  Pol relee ensimismado una teoría de su libro  de física cuántica,  Alicia, permaneciendo estática junto a la ventana y observando el jardín,   empieza a hablarle:

-Hoy he llorado mucho. Cuando empiezo…no puedo parar. Es como si dentro de mí no hubiera más que un océano. Y el agua salada se fuera vertiendo cada día un poco más. Así me siento…Y sólo quiero que un día se seque del todo.

-Cuando se seque, podrás volver a llenar ese vacío…

-No creo que pueda.

- Yo te ayudaré


Entonces Alicia se gira hacia Pol y durante lo que parece una eternidad  se miran el uno al otro.

Desconcertado y emocionado por oírla, Pol le intenta hablar con la mayor sinceridad que puede, pero se queda en silencio. 




                                                                             ...
No sabía cómo lo iba a hacer, pero necesitaba que ella lo supiese y que confiara en él. Creía firmemente en que la podía ayudar pero no estaba seguro de que pudiera recomponer todos los pedacitos en los que aquella muchacha se había ido rompiendo.
Aquella noche, antes de acostarse, cogió el libro que Pol le había regalado y contempló sus gruesas tapas de cartón con el universo estampado en ellas. Era como poder mirar las estrellas:

-      -  La Ley de la polaridad es el mecanismo por medio del cuál el universo mantiene su estado de equilibrio. Podemos comprenderla simplemente observando el fluir de todo lo que nos rodea. A nivel subconsciente nuestro cuerpo sabe, nuestras reacciones involuntarias siempre unifican la polaridad para obtener mejores resultados. Si vas a correr hacia adelante, tu cuerpo se echa primero hacia atrás. Si intentas saltar hacia arriba, tu cuerpo toma el impulso yendo primero hacia abajo. Si llorando llegas hasta el final de tus lágrimas entonces reirás; y si riendo alcanzas el extremo de tu risa entonces llorarás. Si te duchas con agua fría saldrás con calor, pero un baño con agua muy caliente te producirá frío. El abuso de comida te conducirá a una dieta estricta, y la dieta estricta de vuelta al abuso de comida. Hemos salido a explorar el espacio exterior y se nos han revelado los misterios ocultos de nuestro propio mundo, mientras que los hombres sabios buscan dentro de sí mismos y pueden llegar a percibir el universo entero. En el juego del amor vemos parejas que al primer encuentro se detestan, y cuando el odio es total entonces se enamoran y se casan. Mientras que, al unirse los más enamorados, el extremo del amor invariablemente les enseña a odiarse, hasta que el divorcio los separe.

Hortensia Galvis Ramz
Después de la lectura, se sumió en un profundo sueño.
Soñó que era una pequeña brisa que se fundía con la inmensidad del universo y sintió algo parecido a la felicidad. Tuvo el primer sueño de paz en mucho tiempo.



Patricia Djembé

La magia del Arlequín

La magia existe. Es una dimensión entre lo que percibimos como mundo real y lo que entendemos como mundo imaginario. Es exactamente un encuentro entre lo que sentimos de verdad y lo que no podemos ver, escuchar o palpar.
Esto es lo que aprendieron los protagonistas del siguiente cuento, unos niños que, al hacerse mayores, se olvidaron de jugar.

Los tres hechizos
Todo sucedió en la pequeña ciudad de Niqueral. Un buen día, un anciano que se dedicaba a la venta ambulante de juguetes llegó con su destartalado carruaje a la tranquila ciudad. El hombre iba disfrazado de Arlequín, hecho por el cuál llamaba la atención de todos los visitantes. En las letras de su peculiar vehículo se podía leer: vendo magia e ilusión. Aseguraba que era un gran mago. Los adultos sólo le dedicaron miradas de desaprobación y de desprecio y se rieron de él. Pero ¿qué se podía esperar de una gente que sólo podía vivir para el trabajo? Ricos y pobres compartían la misma carga.
No era así para los jóvenes, él sabía que los más pequeños tenían un poder inigualable para efectuar su magia: la ilusión. Niños de todas las edades fueron a recibir al estrafalario vendedor que, mientras enseñaba sus juguetes y extrañísimos objetos de dudosa utilidad, se quedaban boquiabiertos con la pericias que demostraba el Arlequín para encantarlos. Ese fue su primer hechizo de magia.
En un principio eso fue todo, porque ninguno de los niños podía comprarse nada. Todos provenían de familias muy pobres e incluso muchos de ellos tenían que trabajar. Pero el entusiasmado Arlequín no se conformó con hacerles pasar un buen rato soñando y riendo. Y entregó a cada uno de los niños, uno de sus maravillosos juguetes artesanales. Y antes de partir, entregó el juguete más especial, un arlequín sonriente, a la niña más pequeña. Sabiendo que ella guardaría en el muñeco, con la magia más pura, todos sus deseos, sus recuerdos e ilusiones. Y esperó y tuvo fe en que los niños nunca dejarían de jugar, que no olvidarían esa magia que él les había otorgado y que algún día ellos serían capaces de transmitir. Y decidió así que ese fuera el segundo hechizo.
Contento, feliz y con una gran sonrisa en su rostro de Arlequín, el anciano se marchó en busca de otras ciudades y no volvió jamás. En Niqueral, pasaron los años. La ciudad creció, los negocios prosperaron. Las familias dejaron de ser tan pobres, pues podían tener de todo y los niños poseían más juguetes. Pero cuanto más tenían, más corta era la relación mágica entre esperar y tener. Ya nadie quería tener muñecos viejos y hechos a mano, todos querían los más nuevos, aunque fueran todos iguales. Eran tantos los años que pasaron y la diferencia entre los juguetes que se convirtieron en una reliquia, un objeto más de valor para poseer.
Tal fue así que una noche, la élite de los más adinerados de Niqueral organizó una gran subasta para vender los maravillosos juguetes que un día un viejo vendedor de muñecos artesanales regaló a sus abuelos. Se celebró en el palacio del Ayuntamiento, con la presencia de las personalidades más ilustres de la ciudad.
Pujaron sobre precios elevadísimos para poder obtener un juguete. - ¡1500!... ¡2.700!... ¡5.000!...Adjudicado! Pero esos juguetes sólo fueron confeccionados para jugar y algo inimaginable sucedió aquella noche. Justo cuando el reloj marcaba las doce en punto de aquel sábado, se vendió una de las piezas más valiosas: el arlequín. Segundos después, los participantes de aquella perdieron la conciencia y se transformaron en aquel juguete que compraron. Perdieron su memoria, su identidad y sólo podían reconocer una cosa: tenían que jugar.
Estaban castigados a vivir un mismo día hasta que entendieran y reconocieran la lección. Entonces, en cada a amanecer las personas se despertaban como juguetes; el palacio se convertía en una gran sala de muñecos y al caer la noche, cuando se celebrara la subasta volvían a ser de carne y hueso. Sólo uno de ellos, se percató de que algo extraño sucedía y era el juguete del Arlequín; tenía la clave para desentrañar ese misterio e iba escribiendo en un diario lo que descubría cada nuevo día pero se olvidaba, necesitaba ayuda. Así pasó mucho tiempo, hasta que una tarde, unos niños guiados por el diario que hallaron por casualidad, entraron en la gran sala de muñecos. Después de hablar con el Arlequín, tomaron como su propia misión el poder deshacer el hechizo que les había transformado. Y la noche de aquel mismo día, gracias al entusiasmo y la esperanza que todos ellos volcaron, pudieron evitar que el muñeco del Arlequín fuese adjudicado y condenado a no ser más que un objeto inservible. Todos los participantes de la subasta despertaron del ensueño y por fin lo entendieron: los juguetes sólo debían servir para jugar. No sólo volvieron a ser personas, también volvieron a ser niños. Retornó la magia de los recuerdos, la ilusión y la fantasía. Ese fue el tercer hechizo que quiso crear el Arlequín.

Fin

Patricia Djembé