jueves, 22 de marzo de 2012

Mudarse de piel


Hace tiempo que la capa más superficial de mi piel se escama
Será que algo trama, un cambio de estación que llama a su puerta
Para producir un cambio sustancial, el picor la avala,  permanente.
Qué sensación de agobio, de no estar en mi sitio, de no ser en mí
Y sólo estar para esperar salir.
Quizá me esté resistiendo al cambio. La corteza se reseca y va cayendo de forma lenta
Con paciencia, sin causar estragos, haciendo amagos de desaparecer
Sin embargo, de esta forma, al perecer, no acaba de dejar entrar la luz  que  me toca,
Y me falta, y mi desazón provoca la falta de amanecer. Que los rayos me sirvan para vestir, poder asistir a mi propia crisis como espectadora, mis propios desastres naturales.
Qué provocadora, mi piel. Imita la madre naturaleza con sus muertes otoñales, sus erupciones mareas, fuegos y temblores ocasionales. Con sus llanuras como descanso y
sus rugosidades cinceladas por el Sol, la lluvia, el maltrato, el cuidado… Dura envoltura
que  se agrieta, se rompe, pulveriza y vuelve a florecer en el terreno fértil donde nace la vida.
No había prisa, he aguardado con exceso de prudencia esta mudanza,
Más que viviendo, ocupando una cáscara que ya no era mía, no era mi casa
La sensación ha sido la de salir cada día con mi hogar acuestas, creyendo  a ciegas
que lo que tengo es lo que me queda.
Ni la piel de ahora es la de mañana, ni mis vivencias son mi morada.
Ahora salgo, serpenteo, me descubro, mudo de piel.



Patricia Porteros Bevigny