lunes, 24 de octubre de 2011

Escuela de Paz. Evenu, Shalom, Elehem



Una revolución que la enseñanza necesita



Durante nuestra etapa escolar, si abarcamos des del jardín de infancia hasta la secundaria e incluso la enseñanza no obligatoria, habremos realizado alrededor de unas 15.300 horas de estudio de diversas materias, eso, sin contar con las horas de trabajo  individual extraescolares. Aprendemos contenidos teóricos y prácticos que deberán servirnos para llevar nuestra vida diaria, con mayor o menor diligencia, en la realidad factual en la que estamos envueltos. Nos enseñan “lo dura que es la vida” y el mundo de las diferencias. Reflexionamos sobre las injusticias y nos manifestamos en contra de la guerra pero, sin embargo,  nunca trabajamos lo suficiente el valor de querer cambiar las cosas que no nos gustan.

De vez en cuando sí teníamos la suerte de hallar a algún tutor o tutora con esencia de revolucionario que nos hablase de la posibilidad de otras realidades, del inconformismo, de seguir sueños, etc. Alguien que nos  despertaba esa inquietud que habita, desde siempre, en nosotros. (Pero no me malinterpretéis, no culpo a nadie ni a ninguna institución en general.)

Tampoco veo con ojos llorosos ni melancólicos los días que estamos viviendo. Me quedan muy lejos los supuestos buenos tiempos de los que nos hablan los mayores y no atiendo a las quejas de los que, muy pagados de sí mismos, nos miran paternalistas calificándonos de generación no comprometida y pasiva. Estoy convencidísima de que todo lo que acontece en la Tierra se está dando porque así debe ser, porque de ello algo debemos aprender. Y todas las personas, de cualquier generación, tienen un papel que interpretar en esta película.



No obstante, se nos dice desde bien pequeños: “sois el futuro”, “de vosotros depende que cambien las cosas”, “lleváis el peso de la evolución humana…”¿Pero dónde están esas asignaturas en las que juntos podamos aprender o descubrir cómo desmontar lo establecido, ir a la base de lo que está mal y arrancar cuidadosamente esas malas hierbas substituyéndolas por algo cuyo fruto sea la verdadera clave para el bienestar social común? Y la respuesta es que no están. Por eso no es suficiente. Necesitamos una educación específica para desarrollar una clase de habilidades pacifistas,  para potenciar nuestra inteligencia emocional y sobre todo, para reforzar nuestra conciencia y mantener activos nuestros “sueños de cambio”. Podrá sonar todo a utopía pero nadie podrá decir que algo así no puede funcionar porque nunca se ha llevado a cabo.

De las miles de historias que he estudiado, Prehistoria, Hª antigua, Hª del mundo contemporáneo, Hª de mi país, Hª de la comunicación, Hª de la filosofía, Hª del Arte, etc., de todas ellas,  retengo pocas cosas, escasas fechas y no muchos nombres. Y aún esforzándome por memorizar su contenido, mi mente no privilegia tener presente un pasado tan ajeno a mí. Qué se le va hacer. Mi destino nunca fue convertirme en una base de datos andante. Pero fue bueno ver que me sirvió para obtener algunas conclusiones sobre los cambios. Por ejemplo:


Frecuentemente hemos modificado el curso de la historia mediante la “iluminación” de un grupo personas concretas: Profetas, filósofos, científicos, artistas que revolucionaron el sistema de pensamiento de turno para cada caso agrietando verdades establecidas y provocando mil ramificaciones de creencias diversas como un efecto dómino.  Y de ahí que del mensaje de estas personas  se desprendiera como una especie de onda expansiva llegando a miles y miles de personas más que reclamarían ese cambio de pensamiento, de forma  vida, de estratificación social, de lo que fuera.  Pero no eran más que luces en un camino donde el resto de hombres y mujeres habían perdido temporalmente su candil.  A partir de sus voces se dieron cambios que requerían años de discusión, aceptación y asimilación: Del mito de la creación a la teoría de la evolución de Darwin o de la abolición de la esclavitud a la Declaración Universal de los Derechos Humanos; así hasta llegar a nuestros días en los que,  a pesar de haber dado millones de pasos hacia delante, seguimos notando que falta algo.

Paz en mi cultura

El hambre, los conflictos bélicos, la explotación Norte a Sur, la acumulación de recursos en menos de un tercio del planeta, el terrorismo... Es de estudiar el hecho de que esa falta de cultura de resolución de conflictos, empezando con los propios de cada individuo y acabando con los que hay entre estados, es lo que no nos permite avanzar. Es el Gran Bloqueo.
Muchos se preguntan: ¿qué más se puede hacer?

 El próximo paso hacia la evolución tiene poco que ver con nuevas tecnologías, avances científicos o recuperación económica; y sin embargo, tiene todo que ver con el trabajo de cada uno de nosotros, ser por ser que habita esta Tierra. Es la labor de llevar ese estado de paz que solemos atribuir a la NO GUERRA (error sustancial) hacia nuestro interior, el corazón. Paz es trabajar el perdón y el amor junto a la eliminación del dolor, los resentimientos, el odio; y no sólo es la ausencia de conflicto. Hay una habilidad requerida y es sentir que uno mismo puede resolver sus propios conflictos porque sabe, intuye cómo hacerlo. Esta es la asignatura pendiente y ahora no es nada fácil.

Memorizamos las fechas de los primeros asentamientos, las primeras civilizaciones, las primeras batallas; la sucesión de reyes, emperadores, jefes de estado; los procesos políticos, etc. Estudiamos mil guerras, sus causas y consecuencias. Nos enseñaron a muchos una religión, un sistema meritocrático de fe para no perdernos en el camino, un sistema moral y un modelo de ciudadanía para ser ejemplares.



Elevamos a pacifistas como Ghandi y Martin Luther King (y tantos otros anónimos) a categorías inalcanzables de seres humanos para justificar que nuestros intentos son insignificantes en vez de estudiarlos como ejes de una historia de la Paz necesaria, mucho o más que tantos otros objetos de estudio.
Se nos ha llenado la boca con esta palabra pero ¿por qué la cultura de Paz no se instaura en las escuelas y no tan sólo se queda relegada a un conjunto de manifiestos elaborados por la ONU hace ya más de 10 años?

Estamos perdidos y creemos no saber dónde está el camino de vuelta. Queríamos encontrar la paz ahí fuera, poniendo fin a contiendas lejanas, pero lo cierto es que está en casa. Está esperando a que abramos la puerta y resolvamos nuestras propias guerras.

Banda Sonora de Lost. There’s no place like home.


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